La gran guerra


Fui a la gran guerra con mi corazón

alerta
Hendí la niebla con mis uñas negras
Alguna vez perdí también el sueño

Pensé nunca alcanzaré la otra orilla

moriré
Mi corazón sangrante
sabrá que es la hora final del hígado y el linfa
Se preparan hogueras inmensas
puedo verlo

Pero miráme aquí comiendo otra vez
la corteza agria y dulce de la vida
que a veces no sé si morder
o escupir

Ocurre que me nace una suerte de olvido
dónde sujetarme pregunto
dónde recostarme susurro
a dónde mirar
ando a tientas

Es el viento
obsceno y hermoso con una cólera inaudita
y entonces
vuelvo a la gran guerra

Me ocurre en los atardeceres
El cielo
y los tejados de Santa Elena
los stops de los automóviles
los semáforos del bulevar
la cabeza de los fósforos
todo se vuelve rojo
como un año de gruñidos

Me creerías si te dijera
en la gran guerra llevé mi casa a cuestas
la sostuve con mis dedos
escarbé mi madriguera
con garras fuertes y curvadas
fumaba con la lumbre del cigarro
escondida debajo del sombrero

En enero la niebla
En marzo las conspiraciones
En junio mi desesperación
En agosto los desechos
En octubre la sed
En diciembre yo mismo
los doce meses
buscando un hombre que no conozco
Tiene mis manos
y pensamientos parecidos

Las granadas se colgaban de árboles
tan gruesos como siete personas
y los hacían trizas

El acre tufo de la pólvora esparcido
Las sombras de las aspas
despeinando el monte
Pero no te cansaré otra vez con esa historia

Fui a la gran guerra con el corazón
acelerado
Un colibrí libando la flor diría un poeta antiguo
Recuerdo los versos de un viejo libro sufí
pero ahora tengo una idea distinta
del valle de la privación y la muerte

El rayo de sol que cae sobre mi hombro como una mota de polvo
alimenta mi memoria
Tienes la sonrisa de la aurora tras el cristal del camino

Las batallas no hablan con la fuerza del amor
Un muerto no es un cuerpo fulgurante
sino un material
tieso machacado contra la tierra
No hay idioma capaz de interpretarlo
No hay pez en la luna que soporte ese frío

Por eso cuando te digan
cuando comiences a contar mis faltas
los lunares
el vello hirsuto de mis orejas
la muela como un huésped ingrato
y creas que te traiciona mi respiración
que el hombre está agotado su morada vacía
ni lengua
ni lágrimas
ni puños
deja que meta mis dedos entre tu pelo

En fila india como enloquecidos elefantes


Desplegados como hambrientos lobos en el bosque


Escucha conmigo la voz del cerro herido por el trueno
La pandereta del agua lluvia
sumergiéndose entre el lodo

En el borde de ese río

pensé una
pensé otra vez
con estos pesados fierros jamás voy a alcanzar la orilla

Un molino de huesos
Un agujero abierto
Un pozo de agua salobre
Un odio rítmico y sonoro

No hay comentarios:

Publicar un comentario